El Rayo de San Luis Potosí, abre “LA VENTANA” este nuevo espacio literario de la Cultura universal, para todos aquellos que deseen publicar un cuento corto y darlo a conocer, los trabajos se irán publicando de acuerdo a su fecha de envío y se pueden dirigir a la Redacción de El Rayo, a través de mensaje por redes sociales. Todos son bienvenidos.
Colaboradores:
Jeanne Karen
Alexandro Roque
Joserra Ortiz
Fabián Gutiérrez Araujo (Revista Potosina de Educación)
Carolina Varela (Colombia)
Fernando Buen Abad Domínguez
Rubén Lara (caricatura)
Denisse Velásquez
Sarrlli Roland (USA).
Miguel Ángel González Mancilla
Roberto Gutiérrez T.
MAS ALLA DEL MAR
Por: Roberto Gutierrez Turrubiartes
Nunca hubiera aceptado la propuesta de mi recién conocida compañera de viaje, si no es porque tuvo la virtud de despertar en mi esa curiosidad escondida en los mortales, que une al pasado con el presente y que me permitió enterarme del final de esa historia extraña y llena de significados que me fue contando poco a poco, en el vuelo comercial 723 de la American Airlines, que volaba de Dallas a Madrid.
Era la tarde del domingo 22 de agosto. Nunca la había visto, pero la comunicación interpersonal iniciada con ella se dio con la complicidad de las cosas que se dicen, quienes buscan en los rostros ajenos, parte de su propia identidad.
Al perder de vista el continente americano, ella comenzó a hablar. Creo nadie en sus cabales daría crédito a esa historia narrada con lujo de detalles que desbordaba el tiempo, para encontrarse con un relato lógico pero sublime que pretendía otorgar razón a su locura y que en la imaginación dejaba constancia de amor por su raza, para la mayoría de los hombres aún, en muchas partes desconocida.
Aterrizamos sin contratiempos en el Aeropuerto de Barajas de la capital española. Eran las 10:30 del día siguiente. Para cuando esto sucedió ya estaba convenido entre nosotros un pacto que me obligaba a participar en una aventura en la que parecía no ser todo de este mundo, pero que me jalaba inconscientemente. Nos reuniríamos cuatro horas después de registrarnos en el hotel para diseñar un plan y conocer a fondo sus propósitos. Ella se hospedaría en algún hotel cercano al mío conviniendo en reunirnos más tarde en un café de chinos ubicado en la calle de San Bernardo en pleno centro de Madrid.
Para hacer tiempo, disfruté plenamente de apenas fría tarde de los últimos días de verano peninsulares, caminando saludé en la imaginación la belleza de las madrileñas y la perceptible beligerancia de los españoles, que en el fondo muy en el fondo denotan todavía rasgos de una personalidad conquistadora. Preguntando aquí y allá mis pasos fueron guiados al lugar convenido, ahí estaba ella, nuevamente sola, esperándome con los ojos muy abiertos como quien duda aún en contar sus secretos. Hablamos tres horas, nos volveríamos a ver en tres días y la consigna era regresar a Dallas tres personas en tres semanas más.
¿Cómo era? ¿De encontrarlo como lo regresaríamos a Dallas? ¿A quien deberíamos recurrir para rescatarlo? Decidí momentáneamente todo y aprovechar este descanso que mi recién amiga me concedió para conocer Madrid.
Lo recorrí a pie y en ese andar llegue a la Biblioteca Nacional y junto a Cervantes me sentí caballero en busca de su Dulcinea, repasé libros y estantes, cayendo la tarde soñé con las citas del Conde de Romanones, las reflexiones de Benito Pérez Galdós y José Ortega y Gasset, canté hacía mis adentros con los poemas de García Lorca y Antonio Machado y leí con tristeza del futuro las sentencias de principios de siglo de Pío Baroja: “Me dan asco los periódicos de hoy, que solo hablan de políticos y de futbol”.
En la Gran Vía, mi espíritu se volvió universal al descubrir una mampara anunciando la presentación de la película “Cómo agua para chocolate” de Laura Esquivel. La critica del periodista Raymundo Bejarano del Diario 16 y las fotografías de Lumi Cavazos y Marco Leonardi con su texto para la imaginación. Resulta gratificante encontrarse con una película que liga deliciosamente como en los más exquisitos guisos todos los ingredientes de primera calidad: Una maravillosa historia de amor…”
Sin querer mi mente regresó a las palabras de mi recién conocida, con la cual había establecido una compromiso de recoger a una tercera persona para llevarla a México. Solo que esa persona era un muerte 500 años atrás.
Mi mente era un mar de confusiones, ciertamente los lugares y las cosas señaladas por ella coincidían perfectamente en cada uno de los puntos. Es más hasta el lugar que ella me había señalado para encontrarlo coincidía con una reciente excavación para mejorar obras de ornato en la Plaza de Santo Domingo, lugar en el que deberíamos entrar por él.
Volví a caminar, pero ahora con rumbo. Me dirigí a los jardines del Palacio del Rey, lo hice por los lugares olvidados frente a la estación de los ferrocarriles. Empecé a atar cabos, palabra por palabra y el asombro rebasaba para esas horas mi incredulidad.
Observé a los jóvenes españoles disfrutando de los ahora secos jardines del Palacio del Rey, tirados en parejas compartiendo amor, sueños y verdades. Mi vista se alzó hacia dos grandes contradicciones, a un lado, la vieja majestuosidad del Palacio del Rey y junto en la distancia departamentos apilados de viviendas populares con visibles antenas de televisión y ropa secando al airea libre.
Si como decía mi amiga, a su ancestro lo habían llevado a ese lugar después de la conquista y había sido en esos jardines como un ejemplar y un extraño. Seguramente no había duda de que murió a causa de la tristeza y la añoranza por su patria.
El Palacio Real es ahora un edificio solo visitado por turistas y previsto para actos protocolarios del Rey de España. En sus techos está pintada la apología de los conquistadores de esa nación pero en sus pisos camino por ahí la Leyenda Negra de España. ¿Qué nos podrían contar? Si nuestros antepasados todo lo sufrieron, la figura del Rey Felipe II, el dominio español de su época, inquisición y el carácter español de todos los tiempos.
Llegó el día para el reencuentro, el saludo como siempre fue frio, sus misterios me calaban hasta los huesos, guarde silencio para que ella hablara. Descubrí en su pelo negro y en el rostro cansado, largas noches de insomnio.
Se volvió para sonreírme, era la primera vez que lo hacía, deletreó un poema, creo en náhuatl, el sonido en sus labios fue armonioso.
No había vuelta atrás. Llegamos a las puertas del convento de las Madres Descalzas, bajamos por una escalera imperceptible, para abrir otro acceso no usó llaves, ni garfios, solo sus manos. Con una linterna de mano alumbró las paredes mohosas y se paró ante un gran escrito que decía “La tiranía es natural a Felipe II, como la risa al hombre” y “Pueblo maligno y perverso, lleno de orgullo, arrogancia e infidelidad”.
Continuamos caminando por el estrecho pasillo, parecido a un túnel que bajaba de altura poco a poco, ella me dijo que por ahí nadie había caminado por lo menos en 400 años y yo no le creé, me dijo que a su ancestro lo había sido traído de América prisionero para mostrarlo a los reyes de España, y que ella al igual que muchos de sus antepasados tenían el compromiso de regresarlo, así hubiesen pasado cinco siglos.
Ya no la veía, sólo escuchaba su voz. Familiares hemos venido tres por él, uno en 1850, otro en 1947 y yo, espero cumplir mi promesa, me falta poco. El tiempo se sentía eterno, quizás habíamos caminado seis o siete horas, no escuchaba más sus palabras o lo hacía por instinto. Sentía los pies duros con un frío hasta la media cintura que me impedía caminar.
La había perdido, traté de gritarle pero mi sonido fue seco y retumbaba en mis oídos, algo mojaba mi rostro. Pensé que nunca saldría de ahí. Encuclillado me quité los zapatos que me apretaban con fuerza de hierro.
Empecé a recordar mi niñez, mi juventud, pasado. Sabía que ya no estaba como ella en este mundo y que el misterio por encontrar lo desconocido, había cobrado su precio.
Debí perder el conocimiento, solo escuchaba muy lejos que se decía de mi: Es mexicano de San Luis Potosí, periodista y tiene visa por seis días para visitar España y probablemente cayó en uno de los túneles que se están excavando en la plaza de Santo Domingo. No tiene más lesiones que algo que le rasgó la piel y en tres días más podrá estar de regreso a su casa. No recuerdo más
Colaboradores:
Jeanne Karen
Alexandro Roque
Joserra Ortiz
Fabián Gutiérrez Araujo (Revista Potosina de Educación)
Carolina Varela (Colombia)
Fernando Buen Abad Domínguez
Rubén Lara (caricatura)
Denisse Velásquez
Sarrlli Roland (USA).
Miguel Ángel González Mancilla
Roberto Gutiérrez T.